CÓMO EMPECÉ A FUMAR
De niño yo era Hitler. El Hitler del tabaco. No podía ver un cigarro y más de una vez le tiré a mi madre el paquete a la basura.
[Además, partiéndolos uno a uno para que fueran irrecuperables]
Casi todas las mujeres de mi familia han fumado o fuman a día de hoy. Yo pasaba más tiempo con ellas que con los hombres, que solían hacer cosas de hombres que a mí no me gustaban; como jugar al fútbol, arreglar coches o dormir la siesta.
Si tuviera que ponerle un aroma a mi infancia olería a Fortuna y a Nobel, y recuerdo pasarme los días quejándome de lo apestoso que era todo.
De adolescente el tabaco empezó a rodearme en el colegio*, con la gente de mi edad. Eran principios de los 2000 y fumar te hacía guay. También echarle monedas a las tragaperras del bar Manolo.
Manolo era muy permisivo, aunque tenía un límite. Les vendía tabaco a chavales de catorce años, les dejaba jugar a la máquina… pero como no se pidieran un whisky con Coca-Cola los mandaba a su puta casa.
Por sí, de casualidad [ya sería mucha], alguien menor de veinte años está leyendo esta newsletter, esto es el equivalente al “vaper y casa de apuestas” actual. Era algo más artesano, puede que hasta natural. Ya no hacen vicios como los de antes.
A pesar de que todo mi ambiente estaba impregnado de humo y nicotina, yo seguía sin querer fumar. El tabaco está objetivamente malísimo, como la coliflor cocida.
Fue a los quince años cuando se desbloqueó en mi imaginario una nueva sustancia que también se fumaba, pero que no apestaba. La marihuana.
Decían que, aparte de no oler a culo de mono, te hacía reír muchísimo y me generó curiosidad. Entraron entonces varios factores en conflicto:
La curiosidad propia de la adolescencia
Joder, el mundo es un laboratorio y, si hay algo que hace que te lo pases de muy bien al instante, hay que probarlo.
Yo era un adolescente, y los adolescentes sólo quieren pasarlo de puta madre durante todo el tiempo posible, porque cuando no es así, la vida es un constante drama hormonal. ¿Cómo se consigue? Inhibiendo y alterando los sentidos.
Mi miedo a la alteración de los sentidos
A mí las drogas me dan miedo, por eso hay que extinguirlas a todas. [Parece que el pequeño Hitler aún sigue ahí]
No me da miedo la droga en sí, sino sus efectos, la reacción que no voy a poder controlar porque estoy, voluntariamente, apagando algunas funciones de mi cerebro.
Soy propenso a la autosugestión, como indica el trasfondo de las anteriores líneas, y sé que si alguna vez me metiera cocaína sufriría un paro cardíaco*.
Puedes aspirarla, pinchártela, fumártela, comértela, a través de un tampón… No hay límites a la hora de introducir drogas en tu cuerpo. Bueno, sí, que sea una vacuna para evitar que mueras. Por ahí, algunos no pasan, que eso lleva microchis y te controlan el celebro. Y claro, lo que la gente quiere es menos control y… ¡más ketamina!
Mi cruzada contra el tabaco
Como técnicamente no era tabaco, había un vacío legal que mi moralidad permitía saltarme. O eso creía yo.
La primera vez que pillamos un poco de hierba [la cual, a día de hoy, no estoy seguro de que fuera marihuana] iba con Ángel a casa de Kristofer. En mi cabeza daban vueltas todos esos conflictos. Ángel, encendiéndose un cigarro, los interrumpió diciendo:
- Antes de probar los porros tienes que aprender a fumar. No podemos desperdiciarlos. Y para eso está el tabaco, toma.
Tengo grabado a fuego la imagen de su mano ofreciéndome ese cigarro ya encendido. Yo me negué, porque añadí a mis preocupaciones el hecho de que me pillaran.
- Vamos detrás de esa furgoneta y no nos verán. – insistió Ángel.
¿Sabéis esa persona que toma sus propias decisiones, se mantiene firme y no es nada influenciable? Pues no era yo con quince años. Tampoco era yo con veinticuatro. Y casi que tampoco lo soy con treinta y dos.
Aunque si el auténtico Hitler* hubiera tenido a Ángel al lado, no habría salido de Berlín. Habría estado fumando trócolos que tumbarían a un elefante. El Panzer no sería un tanque, sería un seis papeles*. Es un tío muy persuasivo.
- Así no, tienes que tragarte el humo.
Lección número uno. Yo no entendía qu era “tragarse el humo” pero consiste en llegar hasta casi la asfixia, procurar no tragártelo [a pesar de que se contradigan nombre y técnica] y soltarlo, generando una sensación de alivio y mareo porque tu cerebro ha estado unos micro segundos sin oxígeno.
Era algo antinatural para mí, no se si al resto de fumadores les ha pasado, y el cigarro se consumió sin haberlo conseguido.
- No nos vamos de aquí hasta que aprendas. Como si tienes que fumarte todo el paquete.
Lección numero dos. La gente te da cosas gratis al principio. Si, cuando te enganchas, le pides tabaco a los demás te conviertes en un rata. Yo sólo fui rata con una persona [no digas quién eres, Pedro], pero eso lo contaré en otra newsletter.
A partir de ese día empecé a considerarme fumador, los cigarros de mi madre seguían desapareciendo, pero ya no podía encontrarlos en la basura. Robarle tabaco a tu madre no cuenta como ser rata, mientras vivas en su casa tienen la obligación de abastecerte tanto de comida como de vicios. Es una regla no escrita.
Lo de los porros no salió bien, porque como sospechaba, a modo de efecto Pigmalión, me generaron lo que en medicina se conoce como paranoias supremas*.
Lo que sí aproveché fueron las ventajas sociales que el tabaco proporcionaba, como poder estar en el rincón de los guays, participar en un concurso de toses roncas y cambiarlo por cosas en la cárcel.
Hice amigos gracias a compartir un cigarro y la mayoría de momentos clave de mi vida giran entorno al ritual de fumar. Como con el alcohol, pero, igual que lo de ser un rata, da para otro día. Eso no quita que me estuviera pudriendo por dentro. Porque fumaba muchísimo.
Llevo ya cinco años sin fumar (más o menos). No recuerdo que día lo dejé, pero podría ser tal día como hoy, ¿qué más da? Venga. ¡Hoy es el quinto aniversario sin fumar!
Actualmente sigo teniendo las mismas ganas de fumar que antes y siento que eso no va a cambiar. Estoy seguro que no se me ha olvidado la técnica de “tragar el humo” eso es como montar en bici, un peligro mortal. Pero no hay nada mejor que no fumar, de verdad.
Bueno, quizás… un cigarro después de follar.
ANECDOTAS SEMANALES
Rápidamente, porque la anécdota ha sido demasiado larga:
- Vuelvo al stand up. ¿Por qué? Buena pregunta. El 27 en Murcia Comedy Club y el 30 en Alicante en El Refugio Arte y Utopías.
- Estoy dibujando unos animales gigantes porque participo en taller de cuentos para el cole de Raúl. Estoy seguro que va a ser más divertido que mi monólogo, porque vamos a leer un cuento que se llama “El pedo más grande del mundo”.
- Estamos preparando el cumple de Raúl, que es la semana que viene, y vamos a construirle la decoración de la tarta con Legos.
- Aun sigo en el gimnasio y la “dieta”. Tengo ganas de comer la comida más grasienta de la Tierra.
RECOMENDACIONES
Ya que hoy me he metido un poco con Ángel, hoy os dejo por aquí sus tres cómics por orden cronológico de publicación, no de escritura. He decir que me los fumé todos:
TEMPORADA DE MELOCOTONES
Dibujado por Alba Flores.
EL REY DE LAS POLILLAS
Dibujado por Carlos Morote
LO QUE MÁS MIEDO TE DÉ
Dibujado por Luis Armand
Y no perdáis de vista lo que va a venir dentro de poco y que está haciendo junto con Miguel Herraiz que se titulará LA VIDA INERTE:
Sayonara babys.
*Digo colegio porque hice toda la secundaria en un colegio concertado. Hasta bachillerato no pisaría un instituto. Pero había niños de primaria que también fumaban, para que nos vamos a engañar.
*Nunca he probado la cocaína. Se que esto suena al cura que dice que nunca a tocado a un niño y por estadística sabemos que es mentira. Pero, si me conocéis, sabéis que es cierto y por qué me da tanto miedo.
*Demasiado Hitler por hoy ¿no?
*Porro de proporciones desmedidas, pero se puede hacer más grande. Como he dicho antes, no hay límites.
*O en latín rayao que flipas.