Ha faltado muy poco para que esta semana no hubiera newsletter, pero sentía que estaba traicionando a este formato y a vosotres, estavezeslabueners, dejandoos dos semanas seguidas sin mis estrafalarias aventuras.
Y bueno, porque tenía la cabeza en otro sitio. [La sigo teniendo, se viene una newsletter de quejas y llantos]
La semana que viene, el martes, salgo de aventura. Voy a Madrid a probar texto. [Creo que esto ya lo dije]. Bueno, en realidad voy a ver el show de Carlos Ballarta, y lo que empezó como un viaje para ver a un profesional del stand up, se ha convertido en una excusa para hacerlo yo.
Podría decir que se ha convertido en mi prioridad ir a Open Mics durante el tiempo que esté por allí. Creedme que llevo organizándolo desde hace meses y, entre idas y venidas, tejes y manejes… solo tengo asegurado uno. UNO.
Y bueno… ¡ME ESTOY AGOBIANDO!
[Actualización: Mientras escribía esto he ido a limpiar el patio]
[Actualización 2: Mientras limpiaba el patio me han confirmado hueco en otro]
¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿No actuar? ¿Entonces para que voy? Ah, sí. Lo de Carlos Ballarta.
Esta impaciencia, poco propia de un adulto, no es rara en mí. Es un rasgo que mantendré hasta que muera, el único síntoma del síndrome de Peter Pan que me permito tener. Eso y llevar camisetas de anime.
Me gusta ser impaciente porque es una característica de la ilusión. Las ganas que tengo de hacer este viaje son equivalentes a ser niño y recibir en Navidad regalos muy caros de unos señores mágicos a cambio de galletas. El miedo a que todo salga mal es como sospechar que el regalo es en realidad carbón. Y cuando llegue allí y vea que lo había idealizado será igual que ahora, que me compro yo los regalos [y ya no pueden ser de los caros].
En el fondo soy consciente de que la ilusión desaparece con el tiempo, a veces tengo que empujarle un poco más hacia ese fondo para no volverme un cínico. Cuando veo a Raúl (4 años) descubrir cosas con la ilusión que caracteriza a un niño lo envidio y, como padre, me gustaría ahorrarle el sufrimiento de una desilusión futura haciéndolo yo mismo.
Hay gente que apunta a sus hijos a clases de música desde los dos años para convertirlos en prodigios, otros los llevan a escuelas infantiles bilingües para que hablen dos idiomas y vayan avanzados. ¿Por qué no puedo decirle yo a mi hijo que Papá Noel son los padres o que sólo uno de cada 1500000 de personas puede ser astronauta* y que mejor se prepare una oposición?
Tu hijo podrá tocar Paganini y recitar a Shakespeare, pero el mío sabrá que todos los actores se drogan y no se decepcionará cuando descubra porqué Shrek aspiraba tanto por la nariz.
No quiero que mi hijo sea tan iluso como yo. Esta actitud es una versión más actualizada de los traumas que nos pasaron nuestros padres. El mío fue un deportista frustrado y por eso probó a inscribirme en todos los deportes que existieran.
He jugado al fútbol, como era malo me pusieron de portero. La misma posición en la que jugaba mi padre. La maldición se repetía.
Luego probamos con el baloncesto y en el primer entrenamiento me disloqué un dedo. Después fue el tenis y en la prueba de nivel me pusieron en el grupo de los viernes, porque las clases eran de lunes a jueves.
Se acabaron los deportes baratos en los que fracasar y por mucho que él quisiera yo era [soy] un negado. Tanto para ser deportista como para ser competitivo. No pudo ver su sueño reflejado en mí y se decepcionó. Si alguien le hubiera dicho, cuando nací, que los hijos no van a hacer lo que tú quieras, nada de esto le habría pillado de sorpresa y yo me habría ahorrado todos los esguinces de tobillo que me hice.
***
El domingo que viene es mi cumpleaños. No sé si habrá newsletter de cumpleaños porque es seguro a un 250% que estaré de resaca. Después de mi aventura madrileña parto a Lisboa a celebrar el cumpleaños de Iyari*. Pero a celebrar el suyo, no el mío. Yo soy demasiado mayor para celebrar cumpleaños. Voy a cumplir treinta y tres, lo que significa que, bíblicamente, entro en mi época crucificable.
En el caso de Iyari tiene más sentido celebrarlo, cumple cuarenta y podría ser el último porque está mayor. Es más, por mi experiencia, vamos a vivirlo como si lo fuera. Así que, ese domingo puede que me entierren y cuando resucite, al tercer día, tendréis vuestra newsletter favorita con el título de “Mátenme”.
DESPEDIDA SIN MÁS SECCIONES
Hoy no voy a hacer lo de las películas, ya es un milagro que haya podido escribir esto con la que tengo encima. [LA MALETA SIN HACER]
Si la gente de Madrid que lee esto tiene curiosidad por verme hacer stand up, estaré por los opens de la zona el miércoles 23 y el jueves 24. Y para los de Murcia mañana (lunes 21) en el Murcia Comedy Club.
[Que ilusionado estoy, ojalá alguien me dijera que los opens son para probar texto y no un show y que no me flipe, que Madrid no es para tanto… ah, sí, ya me lo dijeron].
Sayonara babys.
*Datos:
**Si sois habituales de la newsletter puede que lo hayáis notado. Suelo poner el nombre de algunos amigos o de mi familia sin contexto alguno. A veces aparecerán por ahí y me parece gracioso que la imagen que os hagáis de ellos se forme con estas pequeñas referencias.